CONOCIENDO EL MÉTODO TALMÚDICO II – La no sujeción de los cuerpos.

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Moverse para aprender

Hoy en día es conocido el estilo de aprendizaje “kinestésico”, que se suma a sus pares más popularmente conocidos, el visual y el auditivo (del modelo VAK de Neil D. Fleming). Este estilo en particular, se vincula a la necesidad de incorporar el movimiento, la manipulación de objetos y la experiencia en el proceso de adquirir nuevos conocimientos.

Si bien es una vía de aprendizaje que todos poseemos en cierta medida, algunas personas lo tienen aún más desarrollado que la media, y, por lo tanto, tienen una poderosa necesidad de incluir el movimiento a la hora de aprender.


Apología del “desorden”

Una de las primeras cosas que sorprenden a quien entra por primera vez a un centro de estudios talmúdicos es el aparente desorden.

En nuestra sociedad estamos acostumbrados, debido a nuestro entorno y crianza, a que los espacios de estudio sean lo más uniformes, quietos y silenciosos posibles.

Los docentes invertimos gran parte de nuestra energía en «mantener el silencio», y en que «cada uno se siente en su lugar».

Esto es debido, en gran parte, a que el modelo de clases en la educación tradicional es principalmente expositivo, es decir, que el profesor está en el centro de la escena y la atención la mayor parte del tiempo.


Es un hecho, que aún hoy, en la mayoría de los centros educativos, colegios y universidades, se considera que el cuerpo debe estar “callado” cuando la mente está aprendiendo.

La «sujeción» del cuerpo tiene graves y profundas consecuencias en el estado emocional y psicológico de los estudiantes, ya que implica un esfuerzo constante por detener la necesidad natural de moverse, lo cual requiere gran concentración y energía por parte del estudiante.

Esto se suma a la creciente exigencia académica y la extensión horaria a la que hoy  tienden los colegios, lo cual puede convertir el aprendizaje en un desafío a veces inalcanzable para los niños. 

En las Yeshivot, por lo contrario, gran parte del estudio transcurre en forma autónoma, lo cuál permite crear dinámicas de estudio, completamente atípicas para quien se formó en un sistema educativo occidental tradicional.

Al entrar a un centro de estudios talmúdicos encontraremos: estudiantes parados; otros caminando mientras estudian, quizás algunos más apoyados en su stender, otros sentados frente a frente, o estudiando de a dos de lado, quizás alguno sentado mientras estudia en pareja con alguien que sigue sentado, y la lista puede seguir y seguir.

Esta no es la excepción, sino la regla en el estudio Talmúdico, el movimiento es parte del aprendizaje y se utiliza incluso para afianzar ciertas ideas o conceptos al enfatizar gestualmente lo estudiado, algo que fácilmente podemos relacionar con las herramientas que se estuvieron desarrollando desde la PNL (Programación Neurolingüística) en los últimos tiempos, como la utilización de gestos para retener una idea o recordar algo específico.

La posibilidad de movimiento en el momento de aprender puede traer los siguientes beneficios:

  • Una disminución en los niveles de estrés de la clase en general.
  • Un espacio para que el cuerpo pueda vincularse con el pensamiento en lugar de escindirse de él.
  • La habilitación al aprendizaje de aquellos niños que realmente necesitan mover el cuerpo para estudiar.

¿Cómo “movernos” sin que sea un caos?

Para que el movimiento sea un elemento armónico, y no disruptivo al momento de aprender, lo esencial es crear dinámicas descentralizadas que apunten a una mayor autonomía en el estudio y la participación de nuestros estudiantes. Cuando el centro del aprendizaje está en los niños, y no en la exposición constante de la clase por parte del docente, se abren las puertas para dinámicas más flexibles y variadas en cuanto a lo que el cuerpo se refiere.

¡En próximos artículos de esta serie abordaremos algunas dinámicas y propuestas didácticas para aplicar al momento de aprender!