El mejor punto de vista

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Uno de los tips más útiles y poco intuitivos que vi es el de aprender a “hacer la vista gorda”.

Es algo que aplica tanto a niños como adolescentes y adultos.

Gran parte de nuestro trabajo como padres es que nuestros hijos no sepan que vemos todos sus errores.

Esto les da la posibilidad de dar un paso atrás y ensayar sus nuevos intentos por mejorar frente a la mirada aprobadora de sus padres.

¡Incluso que uno como padre haya identificado y esté trabajando algún punto en la conducta o personalidad de su hijo/a debe saber que esto llevará tiempo, lo mejor que podemos hacer es alentar sus progresos y desestimar parcialmente sus tropiezos!

Leí hace un tiempo en un escrito del Rav Igal Snertz Shlit´´a, una idea que creo fascinante, y que bien aplicada puede cambiar nuestra forma de relacionarnos con nuestros hijos. Gran parte de la función de los padres es ser “entrenadores” de sus hijos: no se trata solo de tener expectativas sobre sus logros, sino el desafiarlos en la medida adecuada para su crecimiento y, sobre todo, ¡el alentarlos a superarse cada día más!

Queremos que nuestro hijo dé el paso siguiente, ¿qué nos sirve, realmente, a nosotros? ¿Qué nos motiva más, una mirada de apoyo o una mirada crítica? ¿Una palabra dulce o que nos repitan nuestras obligaciones?

¡El “no ver” todo lo que falta no implica que no podamos hacer algo al respecto, sino todo lo contrario! Nos posiciona en el mejor ángulo para promover cambios constructivos y duraderos en la educación de nuestros hijos, interviniendo desde una perspectiva más positiva y calma.