Sabemos que en el ámbito de la educación judía, independientemente del nivel de observancia de Torá y Mitzvot1 del grupo o institución, la espiritualidad juega un rol preponderante y esencial en el proceso educativo y en la transmisión de nuestros valores centrales.
Sin embargo, uno de los errores más comunes con los que me he enfrentado en el rol de educador y asesor en jinuj (educación judía) es la tendencia que tienen muchas personas a considerar que la espiritualidad es sinónimo de religiosidad: religiosos son los que usan kipá, comen kosher y se visten de blanco y negro.
Siempre me pareció interesante este punto de vista, ¿cómo alguien podría medir la espiritualidad en aspectos tan superficiales?, no quiero decir que esos preceptos o costumbres sean superficiales en sí, sino en que la medida aceptada por muchas personas para considerar, no solo a otros, sino a sí mismos, es el «cumplimiento» reglamentario de una serie de acciones que pueden ser vistas y medidas desde afuera. Sin embargo, es un hecho que sin quererlo tendemos a asociar ciertos conceptos a estereotipos basados en impresiones superficiales en lugar de considerar lo esencial. Como dice el Rambam, hemos aprendido gran parte de lo que sabemos sobre el vivir en sociedad, mirando e imitando a quienes nos rodean, y es un sesgo que incluso en una edad más madura es difícil de erradicar.
Es por eso que quiero citar, la enumeración de algunos aspectos y características que debe poseer una persona que pueda denominarse espiritual, parafraseando un poco al Rav Dr. Abraham Twerski, M.D. en su obra Asesoramiento Rabínico2:
– La posesión de un intelecto superior al animal.
– La habilidad de aprender del pasado.
– La facultad de conocerse, definirse y definir los objetivos propios y el propósito de la vida, y en la vida.
– La habilidad de mejorar por voluntad propia.
– La habilidad de postergar la gratificación inmediata por un objetivo más noble.
– La facultad de tomar decisiones morales y éticas que desafían y están en contra de los impulsos egoístas.
Una rápida lectura de este listado tiene el poder de dejarnos perplejos… ¿No era la espiritualidad algo ligado a la mística? ¿Dónde están los rituales? ¿Dónde está Di-os ahí?
Como en todas las cosas, lo importante es comprender qué aspectos son determinantes. Obviamente, para el judaísmo, los trece axiomas de nuestra emuná (fé) son fundamentales e inamovibles, como así también la centralidad de los mandamientos y las buenas cualidades, pero el punto es que una persona puede «creer en Di.os», e incluso «cumplir» muchas cosas, y, sin embargo, no afectar en absoluto su núcleo interno, viviendo al día, sin sentido, reflexión o propósito.
Una persona que sea «creyente» en teoría, pero sea incapaz de llevar sus ideales a la práctica, no puede considerarse espiritual.
Es cierto que gran parte de nuestro quehacer como educadores (como padres, docentes o rabinos) debe considerar la transmisión y la enseñanza del «cómo» vivir como judíos, y nuestra filosofía, pero todo eso debe sembrarse sobre la base de una profunda formación del carácter. Sin Derej Eretz3 no hay Torá – esto se refiere al refinamiento personal necesario para desarrollar una sana espiritualidad.
- Mandamientos o preceptos. ↩︎
- Para descargar gratuitamente esta maravillosa obra traducida por Rav June Gerngross Shlit´´a haz clic aquí: https://drive.google.com/file/d/1W1bIOBNdLXEuHAEFwQiM_gq7A5POXuU2/view?usp=sharing ↩︎
- En este contexto se refiere al desarrollo de buenas cualidades. ↩︎

