Los padres y madres nos encontramos en una encrucijada difícil de sortear.
Por un lado, debemos «seguir funcionando», hay que trabajar, mantener el orden y organización de la casa junto al siempre vertiginoso cronograma familiar. Por el otro, debemos «estar presentes», hacer foco en cada uno de nuestros hijos y sus cualidades excepcionales.
Es importante saber que el modo «funcional» tiene dos aspectos espinosos:
1- Al ser parte de un proceso los niños no logran relacionar causa con efecto. (ej. Madre/padre va a trabajar, gana dinero, compra comida y paga impuestos) E incluso en edades más avanzadas (como la adolescencia) esto ya es parte de su día a día (tener un techo, ropa limpia, comida y juegos) por lo que tiende a naturalizarse, es decir… en general no tiene un valor emocional del tipo «wow que increíble que tengo ropa, casa, etc».
2- Este estado puede (y suele) ser percibido como una competencia por nuestra atención e involucramiento emocional con respecto a nuestros hijos. Nosotros podemos medir la consecuencia de no trabajar o no lavar la ropa, los niños no. Ellos solo perciben que nuestro humor, nuestras energías y tiempo se invierten en estas actividades en forma muchas veces desequilibrada (nos concentramos mucho en un mensaje de trabajo y poco en el juguete/dibujo etc. que nos muestra nuestro hijo/a).
Lejos de ser fatalistas, tomar en consideración estos dos aspectos puede cambiar nuestra relación con nuestros hijos y familiares en 180 grados.

